Era un sábado, aunque para mi seguía siendo un viernes prolongado. Una pista de baile, en derredor gente moviendo el cuerpo al ritmo de una base progressive, una mirada y son ciento de ellas que como fatuos espiritus del hedonismo enarbolan la bandera de un estilo de vida vano y frívolo. Torsos moldeados en gimnasios al desubierto; alcohol en un tubo y la botica en pleno rendimiento.
Ya está, me fijé en un como yo y él me correspondió; de paso intercambiamos recetas para mantener niveles de dopamina irregulares... jajajajajajaja.... no me hables , déjame tío¡¡¡¡¡..... jajajajaja.... esquizofrenia en potencia.
Empero, dentro de lo mundanal siempre está latente una bella historia. Tú y yo nos conocíamos, compañeros de clase en la universidad; en un primer momento insignificante en la distancia, en lo desconocido; ahora imprenscindible en la cercanía, denominativo de estimar. Poco a poco creaste en mi esa seguridad que paso a paso iba rompiendo mi timidez y en el albor de esta noche decidí contarte lo que Orfeo contaba a Eurídice acompañado de su lira, en las más bellas creaciones. Cuando vimos tu boca y la mía se juntaron por primera vez, empezó el grito que desde entonces dura en nuestros corazones, en derredor lo mundanal ha vuelto a ocupar el sitio que le corresponde.
No pidas permiso: publica ya tu libro
Hace 6 días