Mi rostro es la sombra que te acompaña, aquella que se estira lejos de la lumbre y se recoge cerca de ella. Soy algo de la nada y mucho del vacío, por ende Rusticiano. Puedes pisarme, extrangularme, manipularme, mentirme, obstaculizarme, denegarme, limitarme, pararme; pero, no detenerme, ni aniquilarme y a pesar de tu indeferencia bien colada, soy, estoy y existo.