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jueves, 7 de octubre de 2010

sufrimiento ubicuo

Tu cuerpo decidió separarse de tu conciencia y seguir una senda diferente. Mi mirada esconde el deseo de volverte a ver como antaño, hijo mío.
La irretroactividad de la suerte me obliga a olvidar el pasado, sin embargo, en la nostalgia tu madre y yo nos hemos adentrado, y por egoísmo, navegamos en barcas separadas; un sufrimiento ubicuo, coincidente, pero sin una alianza que nos ayude a llegar juntos a tu conciencia.
El Ténaro no quiso admitirte y entonces la suerte ante Caronte te dejó. ¡ Y tu lucha contra los vientos de la inanición¡ no espera más final que aquel lugar en el que ningún albur se atrevió a situarte; sólo queda entonces, una lucha férrea hasta la muerte y una espera conformista por nuestra parte.
Tu cuello, estático, perdido de cualquier flexibilidad, te impide vislumbrar un horizonte claro. Para que me sientas cerca, me situo ante tu campo de visión. Lo noto, veo como tus espasmos se relajan, estás tranquilo, el miedo ya no es tan fuerte hijo mío, no estás solo.
Veo en tus ojos la expresión del dolor y tu ves en los míos lágrimas. No quiero que veas en ellos la desesperación, aquella empatía por sentir tu sufrimiento y la impotencia por no poder ofrecerte una vida digna. Con gesto egoísta me separo, no quiero que me veas llorar.
Soy un cobarde, lo sé. Y quiero que por ello me perdones. Sé que me pides que acabe con tu sufrimiento, pero no soy justo, soy inquisitivo en pro de mi egoísmo frente a la verdad, no quiero perderte. No sabría como vivir sin ti, pero tampoco sé como ofrecerte una vida digna. Perdóname hijo mío, perdóname.

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