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sábado, 8 de mayo de 2010

1.2 La rueda se alimenta

Dicen que por la boca pequeña no entran ruedas de molino, quizás por eso ella hablase así, para que no le entrasen esas ruedas, sin embargo lo que en ese momento los tres pequeños felinos no sabían, es que la rueda de molino que se estaba conformado incluía dos cuchillas, una a cada lado del centro de la llanta. Esa rueda se acabó aquella misma noche.
Valedora del título de paranoica era Pamela, digo que era porque aquella misma noche desapareció. Cierto es que la rueda siguió allí en el salón, quieta, esperando a un nuevo amo, que quizá la siga dando forma o que quizá sólo se deje llevar por su suerte.
Pamela había hecho de la convivencia un orden, que de tanto en tanto era alterado por las risas de las dos de la mañana. Aquella noche las risas habían vuelto y Pamela violentada por tal desaprensión, se levantó de la cama y se fue al salón. En el momento, había un grupo de personas, algunos conocidos y otros no, pero allí estaban todos mirándola desde arriba. Pamela se puso las manos en la cabeza y se tapó los oídos, pero allí seguían. Al cabo de un rato las risas pararon, pero en sus caras sólo había sardónica risa que sin embargo la hicieron encerrarse en su paranoia y empezar a lanzar insultos acá y acullá con cierto resultado incierto, ya que las personas volvieron a reírse. Exhausta, con el último resuello, empezó a balancearse, se contrajo en posición fetal y empezó a hablar en voz baja. Cuando quiso darse cuenta de que había una rueda enfrente de sus pies, la suerte ya la había tocado y como ésta habló con las percas en la rueda encontró un hilo.
Mientras cogía el hilo, más voces, esta vez sin rostro, se sumaron al escenario,que como foro público de la risa le hacían a ella sentir sórdida. Vuelta a la risa, vuelta de nuevo a oír y sentir ser alguien diferente por el rechazo; vuelta la sardónica, vuelta y vuelta, todo girado y otra vez a empezar.
Que decir de la risa que no estuviese experimentando ella en esos momentos, sólo retozadas de aquella mujer de unos cincuenta años, de pelo corto y mirada fulminante parecían afectarla con más indignación que las otras.
Cuando lo locuaz dejó México y definió la materia de ella, en la rueda se acababa de conformar, sin que ella fuese consciente de lo que hacía, dos cuchillas.
Una de ellas fue dirigida con firmeza por el brazo izquierdo hasta situarse a una distancia prudencial,la que separa la vida de la muerte. Empero, aquellas no debían ser las instrucciones correctas, porque de nuevo, un hilo de lana de color negro descendía hasta que se posó en la cuchilla. Confundida Pamela, dudó, y con ademán de supervivencia, intentó quitar la cuchilla de su alcance. Nerviosa, sin meditar en lo que estaba haciendo levantó la rueda y en el momento que veía alejarse la cuchilla, apareció su hermana de acero y le sesgó el cuello. La sangre, empezó a extenderse por todo el lugar. La madera de la rueda absorbió toda la sangre que pudo y su tonalidad adquirió un color ocre.

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