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domingo, 19 de julio de 2009

Comienzo de un grito

Era un sábado, aunque para mi seguía siendo un viernes prolongado. Una pista de baile, en derredor gente moviendo el cuerpo al ritmo de una base progressive, una mirada y son ciento de ellas que como fatuos espiritus del hedonismo enarbolan la bandera de un estilo de vida vano y frívolo. Torsos moldeados en gimnasios al desubierto; alcohol en un tubo y la botica en pleno rendimiento.
Ya está, me fijé en un como yo y él me correspondió; de paso intercambiamos recetas para mantener niveles de dopamina irregulares... jajajajajajaja.... no me hables , déjame tío¡¡¡¡¡..... jajajajaja.... esquizofrenia en potencia.
Empero, dentro de lo mundanal siempre está latente una bella historia. Tú y yo nos conocíamos, compañeros de clase en la universidad; en un primer momento insignificante en la distancia, en lo desconocido; ahora imprenscindible en la cercanía, denominativo de estimar. Poco a poco creaste en mi esa seguridad que paso a paso iba rompiendo mi timidez y en el albor de esta noche decidí contarte lo que Orfeo contaba a Eurídice acompañado de su lira, en las más bellas creaciones. Cuando vimos tu boca y la mía se juntaron por primera vez, empezó el grito que desde entonces dura en nuestros corazones, en derredor lo mundanal ha vuelto a ocupar el sitio que le corresponde.